La fase de aclimatación del alpinista catalán en el Makalu se ha visto golpeada por la muerte de su compañero Yannick Seigneur. El francés sufrió un edema cerebral y falleció entre el C1 y el Campo Base de la montaña, en el último tramo de un rescate en el que participaron Ferrán Latorre y Ralph Schweizer. El mismo lo relata en su blog.
Ya no puedo ver el Makalu de la misma manera que cuando llegué. Todo ha cambiado y tendré que reconstruir mi motivación sobre un nuevo escenario.
Antes de venir aquí, el Makalu era mi ochomil preferido. El recuerdo que tenía de los intentos en el Pilar Oeste convirtieron esta montaña en un templo de los valores más genuinos de la montaña. En el pilar Oeste, recuerdo escalar a 7600 m en ese muro de roca rojo, que con el tiempo ha resultado ser el lugar más increíble en el que nunca he estado. Y además esta montaña está ligada a los legendarios Lionel Terray, Jean Couzy, Yannick Seigneur… “¡La montaña de los franceses!” le decía con una complicidad afectiva a Yannick cuando le vi por primera vez en el Campo Base. La última vez que coincidí con él fue precisamente hace un año, cuando compartíamos el CB del Lhotse. No sabía que estaba por aquí, así que fue una grata sorpresa reencontrarlo.
El día 2 de mayo fue el día que cambió mi perspectiva ante esta montaña. Bajábamos de pasar una dura noche en el Campo 2 (7400 m). Yannick había puesto la tienda justo al final de la cuerda fija, unos diez minutos por debajo de nosotros, pero a una nada desdeñable distancia lineal, y nunca a la vista. No es momento de explicar tantos detalles, pero el caso es que nos quedamos el australiano Ralph Schweizer y yo ayudar a Yannick a bajar durante 5 horas por un terreno complicado y bajo un tiempo horroroso hasta el Campo 1, después que por la mañana presentara síntomas evidentes de edema cerebral.
Tras ofrecerle la medicación, iniciamos el descenso hacia las 10h. No podía sostenerse de pie ni dar un paso seguido, y él mismo se dio cuenta de la gravedad de la situación, de la que, tumbado en la tienda, no era tan consciente. El recorrido era el peor para un rescate, buena parte en diagonales, por terreno mixto, no vertical, con cientos de escalones y pasos verticales cortos. Lo bajábamos estirado, de culo, de lado… él colaboraba como podía. Ralph y yo creo que formamos un buen equipo: exhaustos los dos sin haber comido ni bebido casi nada en las últimas 24 y sin tan sólo haber dormido ni 5 minutos y todavía con falta de aclimatación, enseguida nos coordinamos bastante bien. Animábamos a Yannick constantemente, que a pesar de las continuas pausas necesarias seguía bastante consciente, y obedecía a nuestras reiteradas y a veces airadas indicaciones.
Hacia las 12h30 llegamos al final de la ventisquero intermedia y Yannick parecía estable, quiero decir que no había mejorado mucho, pero tampoco empeorado, y a todo eso, me esperanzaba mucho el hecho de que en ese punto tomaron el relevo los sherpas de diferentes agencias, de Himalayan Guides, de Seven Summits y de Himlayan Ascent. En contacto por radio con el Dr Joe de Himalayan Experiance que estaba en el campo Base y con Chris Warner en el Campo 1 (6700 m), íbamos coordinando el rescate. Nos quedaba por bajar el último muro de roca. El rescate se ralentizó y el tiempo comenzó a ser infernal y yo no podía dejar de tiritar por el frío y el desgaste. Pero hacia las 15h llegamos al punto donde Chris Warner, Dan Jenkins y Lakbah nos esperaban con O2 y una camilla, por encima del Campo 1 (6700 m). Al llegar me abracé a Chris, antiguo amigo y simpático americano. Y también me fundí en un fuerte y emocionado abrazo con Ralph, un abrazo que nunca olvidaré: lo dimos todo, lo mejor de nosotros y creo que aquel 2 de mayo viví una de las experiencias más duras de mi vida como alpinista. Nada es comparable a las miradas que intercambiamos con Yannick. Nada es comparable al esfuerzo que hicimos metro a metro para bajarlo. Ni ningún paso de escalada extremo en roca, ni ningún paso mixto que nunca haya solucionado, ni ningún metro de nieve blanda que nunca haya tenido que abrir. Nada es, ni nunca será, comparable a cada paso que hicimos los tres juntos hacia abajo.
Tristemente, en algún punto entre el Campo 1 y el CB Yannick dijo basta. Todavía no me hago a la idea, y siento un cierto desasosiego con mis decisiones y mi actuación. Y me siento como el médico que no puedo salvar la vida de un paciente. Y es así como hoy, dos días después, me acechan todas las dudas y todos los reproches.
No quiero añadir mucho más. Sólo quería dar mi agradecimiento a toda la gente que colaboró en el rescate, y que fueron, con mayor o menor medida, casi todos. Y sobre todo dar el pésame a los familiares y amigos de Yannick.
El Makalu ya no es el mismo. Alguien dice que el mundo sigue mientras aquí se para. Y es cierto. Aquí lamentablemente a veces el tiempo se para sin que podamos hacer nada. Y subir montañas como ésta, responde más a volver a poner el reloj en marcha que a ser un gran escalador. A volver a ponerlo en marcha, a pesar de todo el apoyo y el respaldo de mucha gente, a menudo con la angustia de hacerlo solo.
(Pero si tuvierais que ir a la tumba/ recompensad el valiente/ camino de la virtud/ y acogedlos en vuestra casa)
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